Vivir en una reducción indígena en el siglo XIX Estudio de caso: San Antonio de Obligado


Ante la pregunta histórica-existencial sobre qué significaba vivir en una reducción indígena en el siglo XIX, cualquier respuesta sería acotada en términos históricos. Sin embargo, vale el esfuerzo intentar desentrañar parte de una realidad que marcó fuertemente un trazo de la historia del norte santafesino y que en la actualidad continúa siendo materia de discusión.

San Antonio de Obligado es una localidad ubicada en el Departamento General Obligado de la provincia de Santa Fe. Según el último censo del 2010, tiene una población de 2837 habitantes y un porcentaje considerado de ellos que se autoperciben indígenas. La localidad se fundó en 1884 por orden del General Manuel Obligado con el objetivo de reducir a los indígenas capturados en las expediciones militares y el funcionamiento de la reducción estuvo a cargo del sacerdote franciscano, Ermete Constanzi.

En términos conceptuales, el concepto reducción contiene las siguientes acepciones: “Hacer más pequeño”, “convertir una cosa en otra”, “vencer, dominar o someter a alguien que ofrecía resistencia”, “reducir a polvo”. En términos históricos, la Reducción Indígena representó una de las tres cabezas civilizatorias del avance colonizador del Estado-Nación sobre los territorios indígenas en la región chaqueña, a finales del siglo XIX. Las otras dos fueron los Fortines Militares y las Colonias de Inmigrantes, que abordaré en otros artículos. En boca de la clase política que gobernó el país en ese período, la región chaqueña representaba un área vacía de “civilización” a la que el Estado debía imponerse de manera firme y definitiva.

En el siglo XVIII los jesuitas impulsaron las primeras fundaciones como San Javier en 1743, San Pedro en 1754 y San Jerónimo del Rey en 1748, con el objetivo principal de poner freno al «problema del indio» en las fronteras (Iturralde, 1930). La expulsión de los jesuitas del territorio colonial significó el retroceso de las reducciones e inauguró una etapa de «inestabilidad» en la frontera, marcada por negociaciones y pactos con los «indios». (Maffucci Moore, 2007). Luego de un breve «interregno» de la Orden Mercedaria, fueron los franciscanos los encargados de iniciar la «segunda evangelización del Chaco» (Giordano, 2003, p. 5).

La reducción fue el ámbito de «adoctrinamiento» por excelencia. A través de los misioneros se les «enseñaba» a los indígenas creencias y rituales católicos, el idioma castellano, las «ventajas» de la productividad agrícola y la comercialización, en fin, se los «educaba» bajo los parámetros de la “civilización” (Citro, 2006). Esta fue la esencia por la cual fueron creadas y con esa voluntad doctrinante se dirigieron jesuitas, mercedarios y franciscanos hacia la conquista espiritual del Chaco.

            Es importante aclarar que la «reducción indígena» no fue un invento poscolonial, sino más bien, una continuación de la política implementada en la etapa colonial, persiguiendo los mismos objetivos y siguiendo la misma dinámica de desciplinamiento.[1] Lo cierto es que en la práctica, las reducciones y, en particular San Antonio de Obligado, estuvieron atravesadas por infinitas contradicciones y se transformaron en (…)una suerte de bases operativas para un teatro bélico tan dinámico como las alianzas que se tejían en ese camino hacia la concentración de poder» (Paz, 2005, Alemán, 1997. De Maffucci Moore, 2007, p. 2).

             La reducción indígena fue un sistema que desplegó diferentes dispositivos de dominación, cuyas principales consecuencias fueron el ocultamiento de la identidad étnica y la pérdida de la propia lengua (Cipro, 2006, p. 142). Entre los dispositivos que se dispararon se encuentra el Disciplinamiento, la Militarización, el Reclutamiento de mano de obra y el de Dominación blanca.

            La reducción como dispositivo de disciplinamiento se refiere al concepto tradicional por la cual fue creada. Marcelo Musante (2013) sostiene que las reducciones fueron un sistema concentracionario de personas implementado para sedentarizar, disciplinar y controlar a la población originaria vencida en las campañas militares. En el caso puntual de la reducción de San Antonio de Obligado esto pareciera ser el mandamiento principal que se expresa en crónicas y cartas de la época. Así, Ermete Constanzi, padre espiritual de la misión estudiada, en un momento de profunda reflexión, auguraba el futuro de la reducción: Los indios que hace poco vagaban por los montes, mañana serán sumisos y obedientes, cultivarán con sus arados aquella tierra virgen que por tantos años han pisado con altanería e indolencia (Pinillos, 1949).

            La reducción como dispositivo de militarización se implementó, principalmente en el siglo XIX, cuando las campañas de expansión territorial necesitaban de soldados y «complicidad» de los «indios corridos». En el siglo XX, con los territorios ya consolidados, lo que se necesitaba no eran guerreros, sino obreros para las actividades productivas de la zona. López Rosas (2004) menciona que el gobernador de la provincia de Santa Fe, Simón de Iriondo, destacaba que los Lanceros del Sauce habían sido «utilísimos» a la provincia no solo por haber participado de las expediciones contra los «indios», sino por la información que aportaron para acobardarlos y reducirlos (Green, 2005)

Adolfo Colombres (1972) utiliza el concepto destribalización para describir la metamorfosis que experimentaban los indígenas al ingresar a las filas militares, entendido esto como un proceso por el cual se debilita y rompe el ethos tribal, el universo normativo, por acontecimientos de naturaleza violenta, que provoca la despoblación de la aldea, la muerte y dispersión de los miembros del grupo (p. 54). Para Aldo Gastón Green (2005), la actividad militar significaba pasar largas temporadas alejados de su población y la pérdida de autonomía y de prácticas de reproducción social, además de tener que enfrentarse a miembros de su propio grupo.

En San Antonio de Obligado la mayoría de los reducidos conformaban el Regimiento Indígena y constituían una guardia de seguridad como los mejores veteranos en la Colonia Ocampo, Las Toscas y Florencia (Cayetano, 1980, p. 46). Los indígenas que integraban el regimiento debieron soportar el maltrato de los superiores y los abusos de la población blanca. Es muy probable que esa realidad de sometimiento haya contribuido a la «recuperación» del ethos tribal y la activación del germen de la rebelión.

            Por otra parte, la reducción como dispositivo de reclutamiento de mano de obra significó la preservación de abundante de la misma para los ingenios, algodonales y obrajes de la región, al mismo tiempo que creaban sujetos que solo tenían para ofrecer su fuerza de trabajo, incorporándose de esta manera al modo «de producción capitalista como sujetos asalariados» (Musante, 2013, párr.15). En equilibrio con esta definición, Benjamín Victorica, Ministro de Guerra y Marina y encargado de extender la frontera chaqueña, escribía en 1884; No dudo que estas tribus proporcionaran brazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de madera (Citro, 2006, p. 146).

En el momento de fundarse la reducción de San Antonio de Obligado (1884), existían desde 1883 el Ingenio Mercedes y el Ingenio Manolo de la colonia Villa Ocampo, ubicado a 16 kilómetros aproximadamente, y en 1884, mismo año de la fundación de San Antonio, se creó el Ingenio Tacuarendí de Wagnes. La mayoría de los indígenas eran «empleados» en este último ingenio al cual el sacerdote Constanzi se refería en una de sus cartas: un numero crecido de indios (de San Antonio) con sus mujeres han trabajado y trabajan de peones en plantaciones de caña de azúcar (…) prestan servicio a centenares de carros que de Las Toscas conducen caña al ingenio de Tacuarendí a una legua de esta población (Archivo de San Lorenzo).

            La reducción como dispositivo de dominación blanca se refiere a la situación de subalternidad que tenían los indígenas. La población blanca, identificada con las familias de inmigrantes, representó el nuevo sujeto social como se mencionó anteriormente. Mario Daniel Andino (1998) menciona que la relación de la población blanca con los indígenas estuvo marcada por varias aristas que van desde el enfrentamiento armado y la intolerancia racial hasta la convivencia pacífica y el cumplimiento honesto de los contratos laborales (p. 30).      La complicidad entre sectores de la población blanca, cúpula militar y funcionarios políticos, fue una práctica habitual que se desplegó ―prácticamente― en todas las reducciones indígenas que se fueron creando. Así, Mario Daniel Andino (1998) sostiene que, en las reducciones de San Javier y San Martín Norte, eran “(…) frecuentes las denuncias acerca de la actuación abusiva de comerciantes fuertes o hacendados con propiedades importantes, contando incluso con la actitud permisiva de las autoridades políticas locales” (p. 34).

Según Marcelo Musante (2013), la población blanca establecía un control en diferentes áreas. En el tema estudiado eran blancos: Los dueños del Ingenio Tacuarendí, donde los indígenas iban a trabajar; las autoridades militares que dirigían al regimiento indígena; el padre Ermete Constanzi, quien se ocupaba de impartir la fe; y los inmigrantes, ubicados mayoritariamente en la colonia de Las Toscas a tres kilómetros de San Antonio de Obligado, quienes eran los encargados del comercio y el funcionamiento del sistema institucional. Así Germán Fisch (1901) en sus reminiscencias relataba cómo el cargo de Juez ―que él mismo había ejercido por cinco meses ad honorem― pasaba a manos de Pascual González quien hasta ese momento estaba como proveedor del Regimiento Indígena a las órdenes del Mayor Piedra en la reducción.

                Una última definición de reducción brindada por la fenomenología, Escuela filosófica que estudia el ser y la consciencia de fenómenos observables, pareciera dar en la tecla o por lo menos aproximarse a la esencia sobre el acto de reducir a una persona o grupo cultural: “Consiste en eliminar de una vivencia a toda posesión acerca de su realidad, así como la existencia del sujeto”.


Autor: Luciano Sánchez:

Nació y desarrolló sus estudios primarios y secundarios en Villa Ana. Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Quilmes. Fundador de la Revista Añamembui. Actualmente vive en Reconquista donde trabaja como profesor en el Instituto Terciario “Juan XXIII” y como investigador independiente.   

Pintura de Tapa: Orlando Binaghi. 




Bibliografía:

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CITRO, Silvia (2006). Tácticas de invisibilización y estrategias de resistencia de los mocoví santafesino en el contexto postcolonial. INDIANA 23.

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