Grandes caminantes y señores del agua: Cazadores Recolectores del Gran Chaco



En el sur del gran territorio amazónico, se extiende una región con una reserva de agua dulce, considerada una de las más importantes del planeta.

Allí habitaron y habitan distintos pueblos de orígenes ancestrales que en continua convivencia con el medio natural, supieron adaptarse al mismo como cazadores recolectores.

Alan Barnard, Investigador y antropólogo, afirma sobre la necesidad de una mayor comprensión de estos grupos humanos, dada su importancia capital para el conocimiento del ser humano en general y de quienes, en el mundo, han tenido esa forma de vida en sus procesos de adaptación. Barnard desarrolló estudios que evidencian la importancia de estos grupos humanos que aún reproducen sistemas de pensamiento y relaciones sociales que les son propios, tales como una concepción universal del parentesco extendido a todos los integrantes del grupo, el compartir, la ayuda mutua, el consumo inmediato y colectivo, la flexibilidad, el igualitarismo y una vital relación con el territorio. Hasta hace 12.000 años, afirma Barnard, todos los seres humanos eran cazadores recolectores. Grandes desafíos siguen en pié, entorno a estas sociedades, linajes, sistemas de convivencia, mitos, cosmogonías, rituales o estructuras simbólicas.

Ramón de las Mercedes Tissera, en su “INVERTEBRADA HISTORIA DEL CHACO”, alerta acerca de las clásicas miradas que la razón europeizante desarrolla al momento de referirse a los procesos prehistóricos e históricos que hablan del pasado del extenso territorio en cuestión. Considera que por lo menos, 7.000 años de prehistoria fueron suprimidos por los primeros cronistas y relatores del siglo XVIII, quienes determinaron que el pasado chaqueño, debía comenzar con los conquistadores, los misioneros y los encomenderos recién arribados de España.

Canoeros, isleños, recolectores de frutos del monte, pescadores, siempre enfrentados cotidianamente a depredadores acuáticos y terrestres, grandes caminadores cuyas huellas marcaron la arcilla de las costas, la intrincada selva, los ramajes selváticos, los humedales infinitos. Gigantescos quebrachos ofrecieron su sombra y sus alturas para mirar los horizontes, compartieron la tierra con una enorme cantidad de animales y encontraron en la fibra vegetal, en su savia y en sus misterios, valores alimenticios, sanadores y místicos. Supieron leer las estrellas y los signos del viento, de la lluvia, del sol y de los tiempos cambiantes. Se desplazaron caminando por el inmenso Chaco, transformándose luego en hábiles jinetes, luego que el español, en desbandadas, abandonaran sus caballos a total arbitrio de las leyes del monte y de la selva; aquellos mismos caballos cimarrones, que, aprendiendo a domesticarlos, fueron de gran utilidad, al momento de levantar sus flechas y lanzas, en defensa y protección de su tierra.

Este difuso territorio tenía una extensión de 1 millón de kilómetros cuadrados y su denominación, CHACO GUALAMBA, proviene del gentilicio Gualamba, usado por un grupo del pueblo Lule, proveniente del Tucumán. Gualamba significa “gente del Chaco”, y el grupo Lule que lo adoptó, brindaba protección a los Tonocoté y Vilela, dos culturas de las numerosas que coexistían en el Chaco Oeste, mucho tiempo antes del proceso colonizador.

Confusas informaciones que llegaban de los pueblos indígenas del oeste chaqueño, más el desconocimiento de sus lenguas, llevaron a confundir el topónimo “CHACO”, con el nombre de sus habitantes. En conclusión, Chacogualamba es un vocablo compuesto y bilingüe; CHACO tiene su origen en la lengua quechua y aymara y nos indica un lugar, y GUALAMBA, es gentilicio del léxico de los Lules. Existen una serie de denominaciones con el gentilicio GUALAMBA, para nombrar otros grupos.

En el ensayo histórico “CHACO”, se establecen dos grandes etapas de hegemonía política en la región que nos ocupa; la de los LULE hasta el siglo XVI y la de los GUAYCURÚ, desde la irrupción de la conquista hasta el último tercio del siglo XIX. Una auténtica y compleja unidad geopolítica, se experimentó en la extensa llanura del gran CHACO ARCAICO. Una diversidad de pueblos y culturas se incorporaron al territorio desde los lugares más disímiles. Migrantes de los cuatro puntos cardinales, se adaptaron a sus montes y a sus selvas, pero, sobre todo, a sus ríos, a sus humedales y esteros, pletóricos de agua. Un gran mosaico étnico cultural, fue lo que se encontraron los españoles al ingresar al territorio.

La atracción del CHACO GUALAMBA, para los pueblos originarios, estuvo centrada en sus condiciones ecológicas favorables, ofreciendo a los grupos migrantes indígenas, excelentes motivos de tipo ambiental, estratégico y de profusa riqueza en su fauna y flora. Los GUARANÍ CANOEROS, surcaron las aguas del Paraná y el Uruguay hasta la desembocadura en el Río de la Plata. Encontraron muy buenos motivos para quedarse e hicieron de sus costas, esteros, islas y montes, un magnífico escenario para sus correrías y desplazamientos. Solo por detenernos en una de sus múltiples dinámicas, hay que decir que supieron aprovechar el agua, integrándose a este medio natural de manera armónica y respetuosa; sábalos bagres, dorados, surubíes, manguruyúes, anguilas, pirañas, pequeños y grandes peces reinaban en lo profundo de los arroyos, ríos y lagunas. Excelentes pescadores, los pueblos de ambas costas del Paraná, tenían varias formas de atrapar los peces; hasta la llegada de los españoles, lo hacían con anzuelos de madera, también pescaban con redes, con flechas o con lanzas, sumando distintos tipos de trampas acuáticas. Utilizaban un método poco conocido “envenenando” el agua con bolsas en las que introducían plantas cuyos jugos aturdían o paralizaban a los peces. Estas prácticas no causaban efectos en el agua ni intoxicaban la carne de los peces extraídos.

Me interesa especialmente, destacar al gran pueblo Guaycurú, quienes sobresalieron como verdaderos protagonistas a los albores del CHACO COLONIAL. Los Guaycurú, llegaron como grupos de vanguardia desde el Oeste, desde la Precordillera. Fueron los Mbyá, los Abipon y los Cocolot, afincándose en el Alto Paraguay y el Bermejo Medio. La complejidad étnica de estos grupos, conformó asimismo, las etnias Toba, Mocoví o Mocóí y la Cocolot, que junto a los Pilagá, y los Payaguá, constituyen el núcleo fundador del Gran Pueblo Guaycurú.

La intencionalidad profunda de estos seres humanos, no era el dominio de la Naturaleza, sino una relación de igual a igual; permiso a la tierra para modelar sus arcillas, permiso a los ríos para acceder a la pesca y mediante rituales y conjuros, obligar al viento, al clima, a los animales, a entenderse mutuamente, a respetarse. Se afirmaban en férreas creencias, y una lectura periódica y hasta cotidiana del Tiempo Circular, con una regularidad tal, que les permitía descubrir asentamientos nuevos, caminar, remontar ríos y construir en común con el medio, un sistema que les permitía creer que siempre habría una tierra mejor, una TIERRA SIN MAL…

Existe una profusa literatura científica, histórica, analítica, de los graves procesos vividos por los PUEBLOS CAZADORES RECOLECTORES DEL GRAN CHACO a partir de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y XX. Desde la profundidad de los humedales, emergen nuevamente con gran potencialidad, el grito ancestral que nos anuncia otras mejores auroras. En ella están nuestros hermanos originarios con sus valores inmersos en cosmovisiones míticas cargadas de generosidad, lucha y resistencia. Si muchos caminos han sido borrados, han sido quebrados, la lección de estos magníficos caminantes continúa y no estamos exentos de asumir el Compromiso Grande del que nos habla el enorme Rodolfo Kusch, al sumarnos al milenario ritual de centenarias sementeras y germinadoras aguas que nos hablan de nuevos y mejores tiempos.


Autor: Miguel Ahumada

Artista Plástico. Docente en Artes Visuales en Formación Superior. Dibujante e ilustrados en publicaciones en el marco de la Comunicación Popular y Educación Popular en el Instituto de Cultura Popular (INCUPO). Trabajador de la cultura, incursiona en muralismo, narrativa, documentalismo periodismo radial y capacitación artesanal. 


Diseño: Nicolás Aguirre

Diseñador gráfico. Diplomado en Economía Social y Popular. Diseñador de varios trabajos publicados sobre literatura, historia y derechos humanos sobre el norte santafesino. 

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