Villa Ana: El desarme de una industria y la sobrevivencia de un pueblo



            En 1960 se originó el cese definitivo de la industria de tanino de Villa Ana. Al momento de producirse el cierre de las fuentes laborales, sobrevino un verdadero desmantelamiento del pueblo en general. Familias enteras que ya no disponían de un sustento económico para continuar permaneciendo en el lugar desarmaban o vendían sus casas de madera y partían hacia diferentes horizontes en busca de trabajo. La compañía, por su parte, también impulsaba un desarme de su industria con la intención de reutilizar el capital edilicio en el sureste africano o bien intercambiarlo por dinero.

            Era tal el nivel de desmantelamiento, que la Comisión de Fomento se vio obligada a emitir la Resolución Nº 27, que establecía fuertes impuestos a aquellos que destruían o levantaban sus residencias, incluyendo a La Forestal. La finalidad del decreto apuntaba, claramente, a frenar el desarme de la estructura edilicia del pueblo, la fábrica y sus ramificaciones.

            En muchos casos, esta resolución llegó con demora, puesto que centenares de casa ya habían sido levantadas y en su lugar solo quedaban interminables baldíos que componían la nueva fisonomía del pueblo. Para la compañía, la Resolución Nº27 representaba un obstáculo, por lo que debió recurrir a una instancia de negociaciones con la Comuna local para continuar con el desmantelamiento de sus instalaciones. Así, la compañía fue negociando la exoneración de impuestos a cambio de entregar parte de su patrimonio, como el edificio de la exsoltería, donde se alojaban los empleados temporarios, seis kilómetros de rieles de ferrocarril, una línea telefónica y un motor para el servicio de obras sanitarias.

            Unos años más tarde, un nuevo conflicto legal llamó la atención por el valor de lo que estaba en juego. En esa oportunidad, la compañía había ordenado el levantamiento de las vías, entre Villa Ana y el km 39 y otras vías auxiliares, desconociendo la Resolución Nº 27. La Comisión de Fomento aplicó una sanción de acuerdo a la normativa vigente, a lo que la compañía respondió ofreciendo el casco de la exfábrica de tanino a cambio de quedar, nuevamente, liberada de todo impuesto.

            La Comisión evaluó largamente la posibilidad de aceptar y finalmente accedió. Entre sus reflexiones, seguramente, estaba muy presente la posibilidad de reactivar la instalación fabril con alguna propuesta productiva que pudiera surgir o gestionarse desde la Comuna.

            La adquisición renovó la esperanza de la población de Villa Ana. Se pensaron varios proyectos, algunos con mayor profundidad y seguimiento que otros, pero ninguno logró asentarse en un territorio que había quedado empobrecido y deshabitado.

            Al pasar los años, la expectativa de la comunidad fue cayendo ante la imposibilidad de concretar algún proyecto o emprendimiento productivo en las instalaciones de la exfábrica de tanino. Se dejaron de hacer las tareas de mantenimiento y, con el tiempo, la misma Comuna, que había emitido la Resolución Nª 27 para impedir el desarme del pueblo, autorizó la demolición del edificio fabril, con la finalidad de construir viviendas para familias de escasos recursos económicos.

            Así, lo que comenzó siendo una importante adquisición, que llenó de expectativa a Villa Ana, terminó produciendo un nuevo golpe a la realidad del pueblo que se debatía entre la migración y la permanencia, la esperanza y la desesperanza, que se convirtió en un rasgo identitario en la historia siguiente de Villa Ana y de los pueblos forestales en su conjunto.


Autores: 

Luciano Sánchez:

 Nació y desarrolló sus estudios primarios y secundarios en Villa Ana. Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Quilmes. Fundador de la Revista Añamembui. Actualmente vive en Reconquista donde trabaja como profesor en el Instituto Terciario “Juan XXIII” y como investigador independiente.  

Guillermo Sánchez: 

Nació y vive en Villa Ana. Es profesor de Historia y realizando la Licenciatura en Historia en la UNNE. Miembro del equipo de turismo Ta´aromby de Villa Ana donde desarrollan un Poryecto de Preservación, Rescate y Valorización del Patrimonio Histórico-Cultural y Natural de la región. 

Arte de tapa: 

Javier Lencina:

Vive en la ciudad de Reconquista donde es oriundo. Licenciado en Ciencia Sociales de la Comunicación por la Universidad Católica de Santa Fe. Dibujante. Pintor y escultor aficionado como él suele definirse. 

Comentarios

Notas más leídas

Los obrajes de La Forestal

Rafael Yaccuzzi: Derrotero de un cura rebelde (Parte II)

Las huelgas de La Forestal: Un grito de rebeldía de los pueblos forestales